sintomática

Volví. Ella también. Por un momento creí que tal vez yo no iba a volver al análisis. Que todo se iba a complicar. O que yo lo iba a dejar pasar. Pero no. Me alegro de haber vuelto y de haber fantaseado con no hacerlo. Hay que remontarla. Hay que poder escuchar algunas cosas reprimiendo el instinto ( asesino) de pararse, darle la mano y despedirse para no volver. Y a la vez sentirse sumergida en la neblina pero confiar en que en algún momento se va a dispersar y veré con claridad. Y de repente llega una palabra que entra. Entra y dispara imágenes y sensaciones. Resuena. Y ruego y espero con ansia ( en plaza francia) que mi propia cabeza, el yo, el ello, el superyo, el inconsciente y todos los que se quieran sumar colaboren de una vez, haciendo o deshaciendo o dejando que hagan sobre ellos. Pero por favor!! necesito un poco fluidez, dejar de sufrirme. Alguien que no puede estar sola, que necesita el amparo de otro permanentemente tiene miedo de algo. Está asustada. El susto. Algo así dijo. Dejaré que las palabras penetren. Que trabajen ellas. Yo, por esta semana, ya tuve suficiente.

Estoy en Rincón de los sauces. Un pueblo de 15000 habitantes en Neuquén, al borde del límite con Mendoza, pegadito al Río Colorado, que lleva su nombre porque ES colorado. Anduve todo el día por caminos de barro rojo entre pozos petroleros.
No tengo muchas palabras elaboradas. De alguna manera pude alejarme un poco de mí misma en mi cotidianeidad de porteña analizada pseudointelectual. Recordé el concepto de relatividad de las cosas y, por sobretodo, del tiempo.
Estoy en un cyber increíble. Todo el pueblo está aquí. Hace calor aunque afuera la temperatura se encuentra por debajo de cero. Hay cola. Es carísimo. Estoy sola de toda soledad. Me gusta. Sola en un lugar remoto y embarrado. No puedo pensar como habitualmente lo hago. Vivo. Me sorprendo. Me callo.

Pizarnik dixit.

Todas las pestes y las plagas para los que duermen en paz.

Voy a ocultarme del lenguaje
No soy yo la hablante
Es el viento que hace aletear palabras venidas a mí por orden del azar

No (dije), para ser dos hay que ser distintos

Pierdo la razón si hablo
Pierdo los años si callo

No hay silencio aquí
sino frases que evitas oír.

Se puede morir de presencias

La impotencia es la mayor demostración de que
uno está queriendo lo imposible.
Sabia frase de mi analista, a quien ya extraño por adelantado porque se fue de viaje ( dejó soporte técnico, de todos modos), que no me fue dicha a mí, sino a otra persona y que vengo asimilando. Lo que no se dice en la sesión no sirve. Lo que no se escucha?
Sigo en una etapa de extrañeza total. Un poco a tientas. Derribando los poderosos resabios de conductas ya automatizadas ( no sin esfuerzo; no siempre lo logro). Muchas veces sorprendida de mí misma. Triste. Tratando de encontrar lo que no me fue dado. Y como leí el otro día que dijo Sartre: uno es lo que hace con lo que hicieron de él.